25/11/2022
El atractivo de vivir en Valencia ha desatado el precio del alquiler.
La capital del Turia es actualmente una de las ciudades con mejor percepción tanto a nivel nacional como internacional, figurando en varias listas de las preferidas del mundo para vivir. Cada vez son más los no residentes que tratan de adquirir una vivienda en la ciudad y cuando uno pasea por sus calles no puede dejar de escuchar alabanzas por parte del público foráneo. Pero, ¿qué tiene de especial Valencia?
Como decimos algunos de los que aquí vivimos, Valencia es un pueblo grande (en el buen sentido de la palabra). Es una ciudad cómoda al ser prácticamente plana y de un tamaño ajustado que permite recorrerla a pie en un par de jornadas. Puedes llegar desde la zona de la playa hasta el otro extremo (que podríamos considerar la zona Oeste de Campanar), en apenas un par de horas caminando. Sus carriles bici han invadido las calzadas, donde podemos vislumbrar las manadas de tándem tripuladas por italianos, franceses y alemanes, apostándose por una ciudad sostenible y enriquecida por sus exuberantes zonas verdes. Uno de los jardines urbanos más grandes de Europa atraviesa la urbe, actuando como un órgano vital del desarrollo urbanístico. Quizá el valenciano está tan acostumbrado a “ir al río” que no es consciente de la maravilla que tiene a los pies de su casa.
Choca, por cierto, la sensación de estar continuamente dándole la espalda a la playa, algo que no sucede en el resto de ciudades costeras. Aunque bien es cierto que se está fomentando, tanto a través de las comunicaciones con la zona del mar, como con promociones inmobiliarias y eventos, la ocupación y disfrute de esta área que en cierto modo se encontraba desaprovechada. Un punto más a considerar que posiblemente nos lleve a otro nivel.
Otra ventaja es el clima. Un ambiente suave, que no suele alcanzar temperaturas muy superiores a los 30 grados en verano y no inferiores a 10 en invierno (aunque hay que contar con la alta humedad que intensifica la sensación de la temperatura). Apenas contamos con 45 días de lluvia al año en promedio y la época de verano últimamente no nos abandona hasta casi llegado Noviembre. Una buena dosis de sol. Este fabuloso clima hace las delicias de todos aquellos que nos visitan y es uno de los mayores atractivos que podemos poner encima de la mesa en nuestra apuesta.
Y hablando de la ciudad y su arquitectura, es todo un privilegio perderse por sus angostas calles del casco antiguo, la zona del Carmen, las pobladas aceras de Ruzafa con su hostelería vanguardista y sus comercios vintage, o llegar hasta las Grandes Vías con su arquitectura pesada y sus hermosas fachadas por las que todos suspiramos. Y en mitad de esta paleta heterogénea, encontramos la arquitectura futurista (casi alienígena) de la Ciudad de las Artes y las Ciencias o los edificios más innovadores en la zona de Nou Campanar, donde Ricardo Bofill y compañía están comenzando a plasmar sus bocetos. Un sinfín de opciones que se sirven en bandeja al gusto del consumidor, desde el ambiente más underground hasta el más selecto.
Todo esto ha generado una entrada masiva de personas que desean vivir en la capital, y obviamente, la primera opción de acceso es el alquiler. La eterna ley de la oferta y la demanda. Los precios han subido de manera poco controlada en los últimos años. De poco ha importado haber atravesado una pandemia o estar conviviendo con un conflicto europeo, o incluso de las primeras voces de crisis. Todo el mundo busca piso de alquiler y la realidad es que no hay para todos, por lo menos para todos los bolsillos. Las agencias inmobiliarias no dan a basto ante las demandas y da la impresión que los inquilinos están dispuestos a pagar cualquier precio. Si hace apenas 3 años los pisos de dos y tres dormitorios más baratos de la ciudad se encontraban por menos de 400 euros, actualmente el más económico es de 500 euros, un piso de apenas 25 m2 sin ascensor en un barrio del extrarradio, siendo ya el precio más habitual para una vivienda de 2 dormitorios, de 700 euros/mes en zonas populares.
¿Auto regulación o limitación? Lo cierto es que ni siquiera la abundancia de locales convertidos en apartamentos turísticos ni la subida del precio ha frenado las solicitudes, opción alternativa a los que no pueden (o no quieren) acceder a la compra de vivienda. Esta tendencia ha empujado a muchos a alejarse de la capital, buscando el refugio en los precios más asequibles de los pueblos aledaños. El fantasma de la limitación de precios en zonas tensionadas está comenzando a sobrevolar la ciudad, con ejemplos tan cercanos como el de Cataluña (que se ha ido al traste por voluntad del Constitucional), y son muchos los que abogan por ello, aunque la probabilidad de que el problema sea canalizado hacia otro lugar es más que alta. Hecha la ley hecha la trampa, como se suele decir. Posiblemente, solo la tendencia natural del mercado regulará este desfase de demanda, para bien o para mal.
La batalla de los alquileres ha comenzado, sin saber muy bien quién es el vencedor y el perdedor, y debemos decir que vivir en Valencia es un privilegio y que solo queda disfrutar de ella a todos los niveles. Al menos mientras podamos.